Las relaciones con la Unión Soviética
A
pesar de la matriz ideológica anticomunista del régimen militar que tomó el
poder en marzo de 1976, cabe destacar que el gobierno de Videla decidió
intensificar las relaciones comerciales con Moscú, en respuesta a un contexto
externo en el que las exportaciones agropecuarias argentinas se enfrentaron con
restricciones en sus mercados de colocación tradicionales. Por cierto, este
perfil pragmático fue coincidente con la ideología liberal del ministro de
Economía José Alfredo Martínez de Hoz y de los productores agropecuarios, que
percibieron a la URSS y al Este europeo como importantes mercados alternativos.
En la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz
defendió la necesidad de profundizar las relaciones económicas con Moscú como
único medio para mejorar la balanza comercial, en un contexto donde el mercado
de Europa Occidental estaba cerrado para las exportaciones argentinas por la
presencia de fuertes barreras arancelarias. Frente a las objeciones de varios
ministros a la ratificación de los convenios firmados por el ministro José Ber
Gelbard durante la etapa peronista, el titular de la cartera económica manifestó
“No se debe confundir ideología con economía”. (1)
Los
sectores militares rígidamente anticomunistas ya habían demostrado su oposición
a la apertura comercial con Moscú en ocasión de la muestra “Unión Soviética
Hoy-76”, prevista durante el gobierno de Isabel Perón y concretada en Buenos
Aires entre el 29 de octubre y el 14 de noviembre de 1976. En dicha ocasión,
oficiales al mando del comandante del I Cuerpo de Ejército, general de división
Carlos Suárez Mason, intentaron levantar la exposición. En una clara
demostración de las pujas intramilitares, la muestra se realizó, pero en una
sala muy pequeña y fuertemente custodiada por policías y carros de asalto. (2)
Por
su parte, el almirante Massera, guiado más por sus apetitos de poder personal
que por una firme convicción anticomunista, procuró obstaculizar la renovación
de los convenios con la URSS que impulsaba el ministro Martínez de Hoz. Entre
fines de septiembre y principios de octubre de 1977, las naves de la Armada
argentina, siguiendo instrucciones de Massera, protagonizaron incidentes con
pesqueros soviéticos que fueron convenientemente publicitados como casos de
“violación al espacio marítimo argentino” a fin de forzar al gobierno a
una ruptura de las relaciones diplomáticas con Moscú. (3)
Pero
la ofensiva masserista tropezó con la falta de colaboración del canciller,
almirante Oscar Antonio Montes, quien, a pesar de que por el sistema de
“cuoteo” debía responder a los intereses de Massera, respaldó la posición
de Martínez de Hoz, advirtiendo que la falta de ratificación de los acuerdos
de febrero y mayo de 1974 “deterioran la relación económica” con Moscú.
Finalmente, Martínez de Hoz logró ratificar los convenios de Gelbard, medida
que fue informada en el Boletín Oficial del 8 de octubre de 1977. Para calmar a
los “duros”, Montes propuso, en la reunión de gabinete del 14 de noviembre
de dicho año la creación de una Comisión Intergubernamental. (4) Asimismo, el
gobierno de Videla, en sintonía con la actitud “pragmática” del ministro
de Economía, se abstuvo de efectuar declaraciones irritantes para la URSS,
ratificó al embajador argentino en Moscú, el bloquista sanjuanino Leopoldo
Bravo -quien se había encargado de monitorear los acuerdos comerciales
impulsados en época del ministro Gelbard- e incluso evitó declarar la
ilegalidad del partido Comunista argentino de tendencia pro-soviética, a pesar
de la dura represión practicada con los grupos de izquierda. (5)
Por
cierto, tanto la prensa soviética como el partido Comunista argentino
retribuyeron la actitud del gobierno argentino con una postura cautelosa en sus
análisis del régimen de Videla, destacando la existencia de dos facciones
opuestas: una liberal y moderada, encabezada por los generales Videla y Viola,
dispuesta a re-democratizar el país; y otra “pinochetista” que procuraba
instalar un régimen militar fascista al estilo chileno. En la citada exposición
soviética que tuvo lugar en Buenos Aires a fines de 1976, el viceministro de
Comercio Exterior soviético, Alexis Manzhulo, hizo clara referencia en su
discurso inaugural al respeto de las autoridades del Kremlin por la
“coexistencia pacífica en sus relaciones con otros Estados”, “la no
intervención en los asuntos internos, la igualdad de derechos y el beneficio
mutuo”. Este mensaje de Manzhulo buscó tranquilizar a las autoridades de
Buenos Aires y disminuir los recelos anticomunistas de los sectores “duros”
del régimen. Asimismo, y a medida que se incrementaron las condenas al gobierno
de Videla por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Europa Occidental, la
URSS adoptó una actitud de defensa del régimen militar argentino. Incluso, en
marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético se opuso a la inclusión de la
Argentina en la agenda de países a ser investigados por la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU. (6)
Durante
el segundo tramo del gobierno de Videla, el clima positivo de las relaciones
comerciales existentes entre Buenos Aires y Moscú alcanzó su máxima expresión.
Datos tales como el crecimiento exponencial de las ventas de cereales argentinos
al mercado soviético en los años 1980, 1981 y 1982 demostraron que, en este
tema, el régimen militar continuó e incluso profundizó el sendero iniciado
por el ministro de Economía José Gelbard durante la etapa peronista. (7)
A
mediados de 1978, el canciller Oscar Antonio Montes fue invitado a visitar Moscú.
La iniciativa soviética apuntó a dos objetivos. El primero era tratar de
recomponer las relaciones con la Armada argentina tras los incidentes ocurridos
entre los barcos soviéticos y argentinos en el Atlántico Sur en años
anteriores. El segundo objetivo buscaba demostrar la buena voluntad soviética
para intercambiar productos con la Argentina, en momentos en que el ministro de
Economía Martínez de Hoz estaba firmando contratos comerciales importantes con
el régimen de Pekín, rival del de Moscú dentro de la esfera socialista. (8)
En
noviembre de 1978 Videla concretó un sueño del ex ministro Gelbard: firmó con
los rusos el contrato para hacer realidad el proyecto hidroeléctrico del Paraná
Medio. Pero el hito más importante en la dinámica de las relaciones económicas
entre la Argentina y la Unión Soviética fue, sin duda, la negativa del
gobierno de Videla a plegarse al embargo cerealero que la administración Carter
intentó imponer a Moscú.
Esta
decisión constituyó un caso excepcional por su alto grado de consenso interno,
debido a tres razones fundamentales. En primer lugar, fue el único caso de
coincidencia entre las diplomacias económica y militar durante el Proceso. En
segundo término, tuvo el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, y
muy especialmente de las firmas La Plata Cereal, Cargill, Italgrani Plata,
Dreyfus, Nidera Argentina, Continental y Bunge y Born, para las cuales resultaba
un gran negocio. (9) Por último, fue una decisión que también contó con el
respaldo de los partidos políticos. (10) Esta extraña y excepcional
convergencia sólo puede explicarse en el contexto de cierre del mercado
europeo-occidental para los productos argentinos, dificultad a la que se
contrapusieron las oportunidades brindadas por la necesidad del mercado soviético
de importar alimentos. Sólo en este contexto de crisis del sector externo
argentino se comprende que, a pesar de la declaración oficial de “no sacar
ventajas comerciales” que la delegación argentina efectuó en la reunión de
países productores de granos en Washington de enero de 1980, tanto el ministro
Martínez de Hoz como los productores y grandes compañías exportadoras de
granos estuvieron de acuerdo en aprovechar al máximo posible la situación
creada por la política de Carter. Así se lo hizo saber el titular de la Junta
Nacional de Granos, David Lacroze, al presidente de la empresa soviética Exportkleb,
Víktor Pershin, en los siguientes términos:
Mire
Víktor, nos comprometimos a no venderles más de lo normal, pero ya que igual
vamos a venderles, yo no quisiera poner ningún límite a la cantidad que
ustedes quieran comprar. Esto se lo digo personalmente a nivel personal. Ustedes
conocen la declaración oficial que hizo la Argentina, pero no vamos a decir 57
kilogramos y nada más, comprenda. Esto es algo que conversaremos. Yo estoy
dispuesto a ir para Moscú y firmar un convenio. (11)
El
primer convenio comercial con la Unión Soviética se concretó a fines de
febrero de 1980 a través del viaje de Pershin a Buenos Aires. Si bien la
cantidad negociada en este primer acuerdo no superó los suministros históricos,
a este convenio siguieron la firma de otro en el mes de julio, que estableció
la venta de 4.500.000 toneladas anuales de maíz, sorgo y soja, y luego otro
convenio similar para la venta de carnes. Estos convenios y los que lo
sucedieron vendieron productos a la URSS sin limitaciones cuantitativas, pues
llegaron a Moscú a través de la triangulación con países como Suiza, e
incluyeron otros rubros además del cerealero, tales como un acuerdo para la
pesca e industrialización del krill en el Atlántico Sur; la compra de agua
pesada soviética para la central nuclear Atucha I, y la adquisición de
maquinarias y vehículos soviéticos de distinto tipo. (12)
Pero
mientras el rechazo al embargo cerealero a la URSS dejó a salvo el costado
pragmático que compartieron la diplomacia económica, la militar, los
productores agropecuarios e incluso amplios sectores de la sociedad argentina,
el gobierno de Videla adoptó también una decisión que dejaba a salvo el
costado ideológico, es decir, la “vocación occidental” del régimen. Así,
Videla decidió, contra la voluntad del presidente del Comité Olímpico, que la
Argentina no fuera a los Juegos de Moscú. En la posición del presidente y del
ministro de Economía Martínez de Hoz, esa “sanción moral” era coherente
con la condena a la invasión soviética a Afganistán explicitada en el
comunicado de la Cancillería argentina del 10 de enero de 1980. El gobierno
soviético envió una misión para revertir el boicot argentino a los Juegos Olímpicos,
pero éste se mantuvo. (13)
Por
cierto, la negativa argentina a concurrir a los Juegos Olímpicos no impidió
que las relaciones comerciales con Moscú se incrementaran, a tal punto que la
URSS se convirtió en el comprador más importante de las exportaciones
argentinas (35 % del total general y 80 % del total en el rubro cereales). (14)
Tampoco impidió que continuara el alto nivel de intercambio cultural bilateral
registrado entre los años 1977 y 1982, en que la Argentina fue el país que
recibió el mayor número de artistas soviéticos en el continente, exceptuando
Cuba. (15)
A
su vez, el gobierno de Viola procuró continuar el sesgo pragmático que había
caracterizado la gestión de Videla, especialmente en lo tocante a los vínculos
comerciales. En palabras del canciller Oscar Camilión, la aproximación
comercial de la Argentina con la URSS tenía características
“estructurales”, y era consecuencia directa de la pérdida de clientes en el
mundo capitalista europeo y de la necesidad de los países del ámbito
socialista de los productos agropecuarios argentinos. Asimismo, Camilión señaló
como “correcta” la decisión de Videla de no adherir al embargo cerealero
contra la URSS propuesto por Carter. (16)
Por
otra parte, el pedido norteamericano efectuado al gobierno de Viola para que éste
enviara un contingente que se incorporaría a las fuerzas de paz y de control
garantes de los Acuerdos del Sinaí fue un tema que generó inquietud en las
autoridades del Kremlin. De acuerdo con el testimonio del consejero de la
embajada soviética en la Argentina, Arnold Mossolov, las autoridades de Moscú
ejercieron presión sobre el canciller Camilión, los delegados argentinos en la
ONU e incluso los militares, intentando disuadir al gobierno argentino de su
participación en el Sinaí siguiendo la propuesta norteamericana. Como es
sabido, mientras Camilión y Viola eran partidarios de la negativa a participar
en un conflicto lejano a los “intereses nacionales” argentinos, la
diplomacia militar, liderada por el entonces comandante en jefe del Ejército,
general Leopoldo Fortunato Galtieri, veía en esta invitación norteamericana
una oportunidad inmejorable para intensificar los lazos militares con
Washington. Finalmente, si bien la negativa de Viola a participar repercutió
favorablemente en Moscú, lo cierto fue que ella se debió menos a la presión
diplomática soviética que a la consideración de los intereses árabes -en
esos días, el canciller de Arabia Saudita hizo saber a las autoridades
argentinas el disgusto que provocaría en su comunidad la participación
argentina en el Sinaí-. (17)
Con
la llegada de Galtieri al poder, los vínculos con Moscú atravesaron un período
de tensión. La agencia soviética TASS advertía en enero de 1982 acerca de la
“fama de pronorteamericano” del reemplazante de Viola, evidenciada, entre
otros elementos, por su inclinación a adoptar, respecto de la crisis
centroamericana, una posición convergente con la norteamericana: la de
respaldar militarmente a los grupos de contrainsurgencia. (18)
Cuando
se discutió el tema Malvinas en el Consejo de Seguridad de la ONU en abril de
1982, la URSS se abstuvo y, a pesar de los pedidos argentinos de respaldo diplomático,
no utilizó el derecho de veto, que hubiera impedido toda acción de Gran Bretaña
perjudicial a la Argentina en el foro multilateral. (19)
La
cuestión de la posible ayuda militar soviética a la Argentina en la guerra de
las Malvinas ocupó mucho espacio en los diarios argentinos. Rogelio García
Lupo sostiene, basándose en una publicación de la Fuerza Aérea, que la ayuda
militar de Moscú no provino directamente del Kremlin, sino a través de
terceros países. (20) Citando el testimonio del entonces comandante en jefe de
la Armada, Jorge Isaac Anaya, Gilbert sostiene que durante ese mes de mayo se
registraron contactos a través del canciller Costa Méndez para que los soviéticos
vendieran sus aviones Bear, con misiles aire-superficie, pero esta venta no se
registró porque, según el propio Anaya, los soviéticos “no querían
enemistarse con los ingleses”. (21) Por su parte, Rapoport afirma que la ayuda
militar soviética se limitó al plano meramente verbal y que incluso Moscú
interrumpió las compras de cereales a la Argentina argumentando que esta decisión
se debía a la presencia de dificultades en el transporte marítimo. (22)
Finalmente, Aldo Vacs sostiene que existió una oferta del embajador en Buenos
Aires, Sergei Striganov, a las autoridades argentinas, condicionando el aporte
militar a una serie de cambios en la conducta externa del régimen de Galtieri:
el retiro de los asesores militares argentinos en América Central; la abstención
de la Argentina en la ONU respecto de temas espinosos para Moscú tales como la
invasión soviética a Afganistán; el otorgamiento de facilidades para la
construcción de instalaciones pesqueras rusas en Ushuaia y el cese del apoyo
argentino al gobierno militar boliviano. El régimen de Galtieri no aceptó la
propuesta de Moscú. Al parecer, la única ayuda militar a la Argentina llegó
de manera indirecta, a través de las armas de origen soviético que el gobierno
libio de Muammar Al Khadafi envió a Buenos Aires durante la guerra. (23)
Por
cierto, el giro tercermundista del gobierno de Bignone, efecto de la crisis de
reacomodamiento externo de la Argentina luego de la guerra de Malvinas, fue un
factor que ayudó a un acercamiento entre Buenos Aires y Moscú luego de la
forzada impassse de la guerra. Tras la interrupción de las compras de
granos por parte de la URSS en el mes de mayo de 1982, en pleno conflicto, las
autoridades del Kremlin renovaron sus compras en el mes de julio. Pero el
acercamiento bilateral no sólo se dio en el ámbito económico, sino también
en el político. En un discurso efectuado en la Escuela de Defensa Nacional, el
canciller Juan Aguirre Lanari emitió un gesto amistoso hacia Moscú al admitir
que “los países socialistas han acompañado a la Argentina en la cuestión de
los derechos humanos”. Asimismo, los vínculos militares entre ambos países
se reafirmaron. En noviembre de 1983, como síntoma de este mejoramiento de las
relaciones, un alto oficial del ejército soviético fue condecorado en el
Comando en Jefe del Ejército argentino. (24)
NOTAS
I. Gilbert, op. cit., p. 331, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, p. 279.
I. Gilbert, op. cit., p. 333.
El 21 de septiembre de 1977 el destructor Rosales interceptó y abordó con personal armado al pesquero soviético Bussol que, según un informe de la Armada argentina, operaba dentro de las 200 millas marítimas de jurisdicción. Sin embargo, el cuaderno de bitácora del Bussol no coincide con el informe argentino. El 26 de ese mismo mes, otro destructor de la Marina retuvo al pesquero soviético Nerey, aunque éste operaba fuera de las 200 millas. En todos los casos de abordaje de pesqueros soviéticos, los oficiales argentinos se negaron categóricamente a la propuesta soviética de examinar en forma conjunta las coordenadas de las embarcaciones, para establecer si éstas habían violado o no las 200 millas de espacio marítimo argentino. Por su parte, el diario Izvestia de Moscú ratificó que todas las bitácoras de los pesqueros rusos mostraban que en ningún caso hubo violación de las 200 millas marítimas. Extrañamente, la URSS era uno de los pocos estados que había aceptado el principio argentino de las 200 millas. El 7 de octubre de 1977, la agencia de noticias soviética Tass desmintió que los pesqueros de la URSS violaran aguas territoriales argentinas, e interpretó la captura de las naves como producto de la “agudización de la lucha política interna” dentro del régimen militar argentino. Como es obvio, el gobierno argentino rechazó la afirmación de la URSS de que sus naves estaban fuera de las 200 millas. Pero más allá de provocar enojosos entredichos entre Buenos Aires y Moscú, este tema tuvo importantes derivaciones internas. Como sugería Tass, en realidad la captura de los navíos respondió a una estrategia de Massera para poner obstáculos en la política del presidente Videla y su ministro de Economía Martínez de Hoz de incentivar los vínculos comerciales con la URSS y los países socialistas. Ver sobre este y otros incidentes con pesqueros soviéticos y búlgaros en los meses de septiembre y octubre de 1977, y su vinculación con la lucha entre Videla y Massera, los trabajos de O. Troncoso, op. cit., pp. 65, 68 y 70, e I. Gilbert, op. cit., pp. 334-336. Por cierto, esta ofensiva masserista, destinada a provocar un clima de tensión entre las autoridades de Buenos Aires y Moscú, contó con el respaldo de medios de prensa y revistas de tendencia derechista -como la revista Somos-, la cual comentó estos incidentes con sugestivos títulos como “Pesqueros rusos. A la pesca de los intrusos”, Somos, Nº 54, 30 de septiembre de 1977, pp. 24-27, y “Cuánto y por qué nos roban los rusos”, Somos, Nº 55, 7 de octubre de 1977, pp. 16-18. También generó un serio enfrentamiento entre el diario de tendencia liberal La Nación y la Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la Nación, pues la última criticó el tratamiento que el matutino dio a una noticia procedente de Moscú, por la que se responsabilizaba al gobierno argentino de un arbitrario acto de fuerza contra pesqueros soviéticos y búlgaros. Ver esta polémica entre La Nación y el gobierno, en “Desagrado oficial por una información dada en La Nación”, La Nación, 10 de octubre de 1977, p. 1, y en O. Troncoso, op. cit., p. 70.
I. Gilbert, op. cit., pp. 330-331.
Aldo Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas”, en Augusto Varas (editor), América Latina y la Unión Soviética: una nueva relación, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1987, p. 121; Mario Rapoport, “La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas”, en R. Perina y R. Russell (editores), op. cit., p. 180, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, pp. 28-29 y pp. 375-376.
Respecto del apoyo soviético al régimen de Videla, vale señalar que mientras las emisiones de Radio Moscú denunciaban los crímenes de la dictadura de Pinochet y otros regímenes autoritarios de derecha en América latina, elogiaban o eran muy complacientes con el gobierno de Videla. Por su parte, tanto los medios soviéticos como los vinculados al PC argentino diferenciaban entre la posición “liberal” de Videla y Viola y el “pinochetismo” de los “halcones” del régimen militar. Incluso los dirigentes del PC argentino efectuaron en agosto de 1977 una declaración donde expresaban su apoyo a la estrategia videlista del diálogo y la apertura política, señalando que la misma “es el camino adecuado para ganar la paz, aventar el peligro del pinochetismo y de las amenazas exteriores y encontrar soluciones económicas, políticas, sociales y culturales que el país necesita”. Declaración de dirigentes del PC argentino, La Opinión, 23 de agosto de 1977, p. 13. Ver respecto del respaldo de la URSS y del PC argentino a los sectores “videlistas” y “violistas” del régimen militar argentino los trabajos de Carlos Echagüe, El socialimperialismo ruso en la Argentina, Buenos Aires, Agora, 1984, pp. 9-10; M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina..”, op. cit., pp. 180-181; I. Gilbert, op. cit., pp. 333-334; A. Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas...”, op. cit., pp. 121-122, y E. Anguita y M. Caparrós, op. cit., tomo III, pp. 278-279.
En el período del Proceso militar, la URSS como cliente de las exportaciones argentinas de carne argentinas saltó del puesto 33º en 1978 al 2º en 1979 y al 1º de 1980 a 1982. En las exportaciones argentinas de granos, la URSS pasó del puesto 7º en 1977 al 1º en 1978, que retendría durante toda la etapa del régimen militar -salvo en 1979, año en el que alcanzó el segundo lugar-. Por su parte, las exportaciones globales de la Argentina a la URSS saltaron de un valor de 415 millones de dólares en 1979 a uno de 1614 millones en 1980 y alcanzaron un pico en 1981, con un valor de 2963 millones de dólares. En términos de participación, estas cifras representaron 2% del total de las importaciones soviéticas en 1979, 5% en 1980 y 8% en 1981. Del lado argentino, fueron equivalentes a 5% del total de exportaciones argentinas en 1979, 20 % en 1980 y 32% en 1981. Véase Mario Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., cuadros 3, 4, 5.1, 5.2 y 6, pp. 204-206.
I. Gilbert, op. cit., p. 342.
Ibid., p. 355.
Ver declaraciones favorables de Antonio Tróccoli (UCR), Angel Federico Robledo y el dirigente conservador Pablo González Bergés en los editoriales “La posición que debe asumirse ante el bloqueo cerealero divide a los personajes políticos” y “Desconcertantes rumbos para nuestra política exterior inspiran los cereales de la discordia”, en Convicción, 9 y 10 de enero de 1980, pp. 12-13, respectivamente, fuente también citada en R. Russell, “El proceso de toma de decisiones...”, op. cit., p. 29. Por su parte, un representante del nacionalismo de extrema derecha, Alberto Asseff, dio un enfático respaldo a la decisión del gobierno de Videla de no plegarse al embargo cerealero decretado contra Moscú en su artículo “Notas y comentarios. La crisis de Afganistán, el boicot a Rusia y los intereses argentinos”, Geopolítica, Año VI, Nº 18, junio de 1980, pp. 60-65.
I. Gilbert, op. cit., p. 350.
M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina..”, op. cit., pp. 183-184. Por su parte, el propio titular de la Junta Nacional de Granos, David Lacroze, sostuvo, en relación a la dimensión del intercambio comercial argentino-soviético y su triangulación en Suiza, que: “Vendía Cargill, vendía Dreyfus; ellos les compraban a los productores y luego colocaban la producción donde se les daba la gana. Por ejemplo: declaraban un embarque a Suiza y desde Suiza iba a Rusia. No era posible controlarlo (...)”. Declaraciones del titular de la Junta Nacional de Granos y jefe de la delegación argentina en la reunión de países productores en Washington, David Lacroze, citada en I. Gilbert, op. cit., p. 350.
I. Gilbert, op. cit., p. 354.
J.A. Tulchin, op. cit., p. 270. Por cierto, este crecimiento cualitativo de los vínculos comerciales con Moscú provocó los elogios de Pravda al gobierno de Videla. Ver al respecto “Pravda elogia las buenas relaciones de la Argentina con la Unión Soviética”, Convicción, 8 de julio de 1980, p. 10.
C. Echagüe, op. cit., p. 38.
Entrevista de Enrique Alonso a Oscar Camilión, op. cit., pp. 39-40.
I. Gilbert, op. cit., pp. 369-370.
I. Gilbert, op. cit., p. 360, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., pp. 184-185.
Un factor que pesó en la decisión de la URSS de no comprometer su voto a favor de los intereses argentinos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue la irritación de las autoridades de Moscú por la estrecha colaboración argentina en la “guerra sucia” contra el sandinismo. Otra causa de la actitud soviética estuvo relacionada con el temor de la URSS de verse involucrada en cualquier acción militar contra Gran Bretaña y, por esta vía, forzar a un deterioro aún mayor de los vínculos con Estados Unidos. Ver sobre la posición soviética en el Consejo de Seguridad y sus causas los trabajos de I. Gilbert, op. cit., pp. 374-375; C.J. Moneta, “El conflicto de las islas Malvinas en el contexto...”, op. cit., p. 28, nota 44, y p. 29, nota 46; R. Roett, op. cit., pp. 141-142, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., p. 185.
R. García Lupo, op. cit., p. 202.
Testimonio de Anaya, citado en I. Gilbert, op. cit., pp. 379-380.
M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., p. 185.
A. Vacs, “El nuevo carácter de las relaciones argentino-soviéticas...”, op. cit., p. 126.
I. Gilbert, op. cit., pp. 362-363, y M. Rapoport, “La posición internacional de la Argentina...”, op. cit., pp. 185-186.
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